viernes, 1 de junio de 2012

Cocinando estudiantes

Antes de nada debo confesar que el título inicial de esta aportación era “Mi visión de la Universidad”, pero como me parecía algo egocentrista decidí cambiarlo al actual, ya que es más llamativo. La otra forma de hacerlo era poner la palabra “sexo” en él título, pero en tal caso se alejaría demasiado del contenido.

Introducción

La reflexión de esta entrada al blog es una metáfora que tenía rondando mi cabeza desde hace unos meses y que se ha terminado de cocinar después de asistir al encuentro profesional TalenOS organizado por la ETSinf.
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En el encuentro, los asistentes del mundo profesional han comentado las necesidades que tienen de los profesionales que formamos en la Universidad y los profesores hemos comentado nuestro punto de vista. Para resumir lo que he estado escuchando en las dos horas y media que ha durado el encuentro (y que se me han hecho cortas) emplearé la metáfora a la que hacía mención en el segundo párrafo.

La metáfora

Una simplificación aproximada de lo que hace la Universidad la tenemos en un restaurante donde los alumnos son los ingredientes, los profesores los cocineros, los planes de estudio las recetas y la sociedad, que incluye a las empresas, son los clientes.

La reflexión

Simplificando enormemente el tema, el resultado (los platos) que le ofrecemos a la sociedad depende de:
  • Los ingredientes que nos llegan al restaurante. Pueden llegar en perfecto estado o estar más o menos deteriorados
  • Las recetas que se aplican a los ingredientes. Una buena receta dará un buen plato, especialmente si los ingredientes están en buen estado. Una mala receta echará a perder más de un ingrediente en buen estado.
  • Los cocineros. En este caso, un buen cocinero puede salvar un ingrediente deteriorado y sobre todo puede darle un “toque personal” a una receta que no es del agrado del cliente.
  • Los utensilios de cocina. Los instrumentos empleados también influyen, no es lo mismo estar usando la misma sartén para carne, que para pescado.
Evidentemente hay más factores como los gestores del restaurante, los otros restaurantes, los proveedores, las modas acerca de los estilos de preparar platos, etc. Por ahora no las tendremos en cuenta, tampoco vamos a pensar más de lo que una metáfora tan simple se merece.

Las conclusiones

Después de asistir al encuentro las conclusiones que he sacado han sido las siguientes (culinariamente hablando):
  1. Los platos que preparamos no son exactamente del agrado de los comensales. Algo falla. Por tanto toca analizar qué puede ser.
  2. Los cocineros no estamos a la moda. Seguimos haciendo tortilla de patatas (y de hecho nos la piden de vez en cuando) pero no hacemos tortilla “deconstruida”.
  3. El restaurante debe tener cocineros capaces de preparar desde una tortilla hasta un pato a la naranja.
  4. Los clientes no nos comentan tan a menudo qué es exactamente lo que no les gustó de la receta (si nos pasamos de sal marca “bases de datos” o le faltaba algo de pimienta “redes de computadores”). Evidentemente estos detalles dependen del plato que se esté cocinando.
  5. Los utensilios deben estar limpios, actualizados y tener suficientes para cocinar todos los platos necesarios.
Algunas de las particularidades que afectan al restaurante son:
  1. A los cocineros se nos promociona a chef y de chef a “chef ejecutivo” si publicamos artículos en prensa de gran audiencia disertando acerca de nuestras grandes recetas y platos cocinados (que generalmente no son los que más piden los clientes). La idea no es mala, porque el restaurante adquiere prestigio y aparece en los primeros puestos de las mejores guías y le van dando tenedores. Aunque parece ser que el tiempo que dedicamos a escribir se lo quitamos al tiempo que hay que cocinar, y es frecuente que se nos quemen los platos y los clientes se quejen.
  2. La bodega debe tener gran cantidad de variedades de vino hasta tal punto que algunos platos quedarían mejor si el “gran reserva” lo trajese el cliente ya que nuestro presupuesto no da para esos lujos, sin embargo, en ocasiones el cliente se queja del coste del vino. Al final sustituimos el gran reserva por un vino joven e intentamos convencer al cliente de que el plato se aprecia mejor con el nuevo vino.
  3. Las modas cambian a tal velocidad que terminamos por intentar convencer al cliente de que los platos que hacíamos antes son mejores que esa cocina creativa tan extraña. Además tampoco tenemos tiempo de ir a escuelas de la nueva cocina para actualizarnos.
  4. Los alimentos que nos llegan no son de nuestro agrado (he evitado el término “mal estado” a propósito, porque no se trata de eso). Nos quejamos porque las patatas no son de la variedad de antes y el arroz es de la marca “Smartphone”. Intentamos avisar al proveedor, pero parece ser que tiene un poco de caos en el almacén y no le quedan fuerzas para solucionarlo.
  5. No se renuevan utensilios, a veces ni se lavan. Es más, si se rompe la sartén de las tortillas, usamos la del pescado para hacer las nuevas tortillas y aunque ponemos "a gusto del chef" en el menú, el cliente se queja de que la tortilla ya no sabe igual.
Una vez reflexionados todos estos temas ¿alguien tiene ganas de cocinar?¿de comer? Por supuesto, se aceptan reflexiones y ampliaciones de la metáfora.